Economía solidaria: otra economía para otro desarrollo local

Jordi Garcia Jané
Socio de la Cooperativa L'Apòstrof, SCCL y miembro de la Xarxa d’Economia Solidària

19.1. Retazos de otra economía

Ante la manifiesta incapacidad de la economía capitalista de generar puestos de trabajo decentes y para todos, así como de redistribuir mínimamente la riqueza para poder mantener el Estado del bienestar, cada vez más miradas se posan sobre otras formas de hacer economía. Porque economía, y no otra cosa, están haciendo, tal día como hoy, millones de hombres y mujeres, cuando resuelven sus necesidades materiales gestionando recursos, produciendo bienes y servicios, comercializándolos, consumiéndolos o accediendo a la moneda y al crédito fuera de las empresas e instituciones capitalistas, mediante iniciativas económicas populares orientadas a la satisfacción de necesidades, gestionadas de manera democrática y comprometidas con su entorno.

El conjunto de estas prácticas económicas lo llamamos Economía Social y Solidaria (ESS) y adopta formas muy variadas: cooperativas de todas clases (de trabajo asociado, de consumo, de servicios, cooperativas agrarias, de crédito, de educación, de vivienda, etc.); y otras empresas propiedad de los trabajadores como las sociedades laborales, las asociaciones y fundaciones de ámbito social, las empresas de inserción, las redes de trueque, las pequeñas economías comunitarias rurales, los grupos informales, las prácticas individuales de trabajo y de consumo colaborativo, etc. Todas estas experiencias tienen en común que se fundamentan en la autoorganización de la ciudadanía, en su orientación hacia la satisfacción de necesidades básicas, en vez de buscar la maximización del capital invertido (el lucro), y en su compromiso con la comunidad, la igualdad y la democracia. Son prácticas económicas basadas en la cooperación, que apuntan a una sociedad en la que la colaboración prime sobre la competencia, la democracia sobre la jerarquía, la equidad sobre la distribución desigual de los trabajos y la riqueza, y lo colectivo por encima del individualismo posesivo.

Podemos, pues, definir la Economía Social y Solidaria como aquel conjunto de prácticas económicas (de gestión, producción, comercialización, consumo, finanzas, monetarias, distribución…), tanto de carácter informal (por ejemplo, el consumo responsable o el trabajo colaborativo por internet) como de carácter formal (a través de empresas), que persiguen la satisfacción de necesidades ―ya sean las de sus miembros o las de un beneficiario externo―, y que se organizan de forma democrática, actuando con responsabilidad social y ambiental. La ESS forma parte de este fenómeno intrínsecamente humano que es la cooperación económica, una fuerza creadora que, desde los albores de la humanidad, ha estado presente en todas las culturas: organizaciones para la explotación de la tierra en común entre los babilonios, sociedades funerarias y de seguros entre los artesanos griegos, ágapes de los primeros cristianos, organizaciones agrarias y productivas en los pueblos eslavos y americanos, etc.

Durante el primer capitalismo, la cooperación económica adoptó la forma de la mutualidad y, sobre todo, de la cooperativa. La cooperativa, junto con el sindicato, fueron las dos principales innovaciones sociales forjadas por las clases trabajadoras a lo largo del siglo XIX para defenderse de la explotación de la burguesía, al calor de los valores republicanos de igualdad, libertad y fraternidad, que adquirieron carta de naturaleza con la Revolución Francesa. Ya en la segunda mitad del siglo XX, cooperativas y mutualidades se vieron complementadas por asociaciones, fundaciones y otras formas de cooperación económica al calor de las luchas sociales de las décadas de los sesenta y los setenta.

Desde 1980, como una reacción de las clases populares a la miseria creciente que padecían, víctimas de las políticas neoliberales, aumentan de modo significativo las prácticas de cooperación económica, algunas de ellas bajo nuevas formas asociativas, lo que demanda un nuevo término más amplio que el de cooperativismo o el de economía social (cooperativas y mutualidades). Surge, entonces, la expresión de Economía Social y Solidaria (ESS).

Las experiencias de ESS se desarrollan también entre las clases populares de América Latina (mezcladas con el aumento de la economía informal), como una reacción ciudadana frente a los planes de ajuste estructural, las privatizaciones y el empobrecimiento generalizado impuesto por las clases dominantes locales y los intereses de los grupos financieros internacionales, a través de las recomendaciones y condicionalidades del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. Posteriormente, dichas experiencias se esparcirán por todo el mundo; los foros sociales mundiales se encargarán de amplificar estas experiencias y a coordinarlas en redes mundiales como la Red Intercontinental de Promoción de la Economía Social y Solidaria (RIPESS). Las fuentes ideológicas que nutren al movimiento de economía solidaria son diversas: la teología de la liberación latinoamericana, economistas como Polanyi y Mauss, el marxismo heterodoxo, el movimiento libertario y los nuevos movimientos sociales.

En estos momentos, la ESS es una realidad en construcción, muy heterogénea y, por eso mismo, difícil de cuantificar, pero en modo alguno marginal. Ciñéndonos sólo a las cooperativas, se estima que existen 800.000 repartidas en más de ochenta países, que asocian al 12% de la población mundial y donde trabajan cien millones de personas. En los países de la Unión Europea se calcula que aproximadamente once millones de personas, esto es, el 6% de la población ocupada, trabajan en asociaciones, fundaciones, cooperativas y otras empresas propiedad de los trabajadores o de los consumidores1.

19.2. Instrumento de transformación

¿Qué puede aportar la ESS para salir de la crisis del capitalismo e, incluso, para salir del capitalismo en crisis? Las prácticas de ESS mejoran las condiciones de vida de la población: proporcionan alimentos a bajo precio; generan empleos estables; aumentan las rentas agrarias contribuyendo a mantener el mundo rural; otorgan créditos a los sectores populares; facilitan viviendas asequibles; permiten que pequeños negocios sobrevivan a la feroz competencia de las grandes cadenas comerciales; etc.

Pero, además, la ESS aporta muchas cosas más: constituye un laboratorio cotidiano donde ensayar otras formas de hacer economía, una escuela de ciudadanía activa que recrea cotidianamente los valores republicanos, un tejedor de comunidad, un motor de radicalización democrática, un movimiento social transformador que comparte con los demás movimientos objetivos como la soberanía alimentaria, la justicia global, la igualdad de género o los derechos laborales y sociales, y un escaparate que muestra a los ojos de todo aquel que quiera ver que es posible establecer relaciones económicas democráticas, equitativas, sostenibles e, incluso, más eficaces y perdurables que las capitalistas.

Porque, en efecto, todos los estudios realizados demuestran cómo, en concreto, las cooperativas están resistiendo mejor la crisis que las empresas mercantiles. Un informe de la OIT del año 20092 señala que las cooperativas agrarias mantienen los ingresos de los productores, las cooperativas de consumo ofrecen alimentos a bajo precio, las cooperativas financieras facilitan créditos a particulares y empresas que la banca tradicional ignora y las cooperativas de trabajo mantienen e incluso crean nuevos puestos de trabajo. La resiliencia cooperativa viene corroborada por los datos del Ministerio de Trabajo de España, que desde los inicios de la crisis en 2008, indican que el número de empresas mercantiles que cierran es, porcentualmente, muy superior al que se da entre las cooperativas.

Por otra parte, las mejores prácticas de la ESS sirven de fuente de inspiración para pensar cómo podrían funcionar algunas de las principales instituciones económicas fundamentales de una sociedad post-capitalista, en la medida que demuestran diariamente la viabilidad de una economía que gire en torno al trabajo cooperativo (en la producción), la comercialización justa (en la distribución), el consumo responsable (en el consumo), el uso ético y solidario de la inversión (en el crédito), las monedas sociales (en la circulación), la generación y gestión de los bienes comunes (en la propiedad de los recursos) y la socialización de los excedentes (en la distribución).

La ESS interesa, por un lado, a quienes desearían civilizar el capitalismo y apuestan por un sistema económico que adjetivan de plural, como Joseph Stiglitz, para quien “la clave del éxito es un sistema económico plural, con un sector privado tradicional, un sector público eficaz y un sector creciente de economía social y cooperativa”3, y por el otro, a quienes buscan modelos económicos alternativos al capitalista, como David Schweickart, que propone un sistema económico llamado Democracia Económica, que tenga “como una de sus tres características básicas, que cada empresa productiva esté dirigida democráticamente por sus trabajadores, como lo están actualmente las cooperativas”4.

Por último, la ESS constituye un aliado imprescindible para cualquier gobierno que quiera abandonar las políticas neoliberales y productivistas para construir un nuevo modelo socioeconómico más equitativo y sostenible. Pero ello implica levantar las barreras que encorsetan a la ESS para que pueda desarrollar todas sus potencialidades. La ESS requiere de regulaciones que la ayuden a desarrollarse en vez de desnaturalizarla, que faciliten la transformación de las empresas mercantiles en empresas de ESS, que se enseñe en las escuelas y universidades, que se difunda por los medios de comunicación y la fomenten los prescriptores, que las administraciones le reserven ámbitos de mercado mediante la compra pública responsable, y le permitan participar en la definición de las políticas económicas, culturales, ambientales y sociales.

19.3. Una economía arraigada

La ESS se siente especialmente cómoda en el territorio local, donde nace y suele tener su ecosistema y, cuando es el caso, a menudo también su mercado. Las empresas de la ESS son fruto de iniciativas de ciudadanos corrientes de un pueblo, un barrio o una ciudad que tratan de dar respuestas colectivas a sus necesidades como trabajadores, consumidores, vecinos, etc., produciendo y distribuyendo bienes socialmente útiles, unas necesidades que ni la empresa mercantil ni el Estado hoy por hoy resuelven.

La ESS es una economía de proximidad. Los propietarios de una empresa de ESS ─los productores, trabajadores o consumidores─ suelen vivir en el mismo entorno donde ejercen su actividad. A ninguna cooperativa de trabajo, por ejemplo, se le ocurrirá deslocalizarse en busca de salarios más bajos, pues si lo hicieran sus socios deberían emigrar… y ganar menos. Por otra parte, los proveedores y colaboradores suelen ser locales y los beneficios económicos alcanzados acostumbran a revertir en el propio territorio; el multiplicador económico de una empresa de ESS resulta muy superior al de una franquicia o una empresa no local.

Las empresas de ESS suelen apoyar actividades sociales y culturales de la comunidad, a veces incluso les proporcionan recursos económicos, como ocurre con muchas cooperativas, que destinan parte de sus excedentes ─los denominados fondos de educación y promoción cooperativos─ a causas sociales. Este enraizamiento en lo local resulta especialmente intenso en el caso de las cooperativas agrarias que, con frecuencia, se convierten en el núcleo de la vida económica de todo el municipio. Lo mismo ocurre con las cooperativas de consumo y de servicios en pequeños núcleos rurales.

En una comunicación realizada en 2004, la Comisión Europea resume estas aportaciones de las cooperativas, que podrían ampliarse a toda la ESS: “Al ser organizaciones centradas en sus socios, las cooperativas están arraigadas en las comunidades locales, contribuyen a mantener los puestos de trabajo locales y facilitan servicios locales en un contexto de globalización económica. Los usuarios de los servicios de las cooperativas, sean productores, consumidores o trabajadores, suelen tener una gran estabilidad geográfica. Este arraigo local puede combatir eficazmente la desertificación de zonas rurales y contribuir al desarrollo de las regiones y poblaciones desfavorecidas”5.

La ESS realiza estas funciones mediante una serie de organizaciones, sistemas y procedimientos, una especie de caja de herramientas, lo cual, además de servir para tejer comunidad y empoderarla, permite lograr objetivos económicos tales como crear y mantener empleo, financiar proyectos, estimular la demanda interna, mejorar la oferta local, crear bienes públicos, redistribuirlos adecuadamente y permitir el ahorro de las familias. Para crear y mantener empleo, la ESS dispone de herramientas como las cooperativas de trabajo y las sociedades laborales, así como las cooperativas de servicios que agrupan a profesionales autónomos y que fortalecen su viabilidad.

Para financiar proyectos cuenta con entidades de finanzas éticas, préstamos participativos, sociedades de garantía recíproca, campañas de crowdfunding, grupos de ahorro local como los GEST6, bonos solidarios… Para estimular la demanda interna, dispone de los cash mobs7, de las monedas locales y, sobre todo, de un instrumento aún demasiado poco utilizado por los Ayuntamientos: la compra pública responsable.

Para mejorar la oferta, es útil la creación de cooperativas de servicios entre tiendas y otros pequeños negocios, las etiquetas e informes ecosociales que ayudan a posicionarlas mejor y los circuitos cortos de comercialización. Para crear bienes públicos, se recuperan espacios abandonados o subutilizados para convertirlos en huertos comunitarios y en centros sociales y culturales, pero también están surgiendo experiencias exitosas de conversión de negocios privados en bienes públicos gestionados por entidades de la ESS8. Asimismo, también disponemos de buenas prácticas de presupuestos municipales participativos, que nos sirven para redistribuir los bienes públicos de un modo más democrático y más orientado a las necesidades sociales9. Por último, son instrumentos de ESS útiles para el ahorro personal las prácticas de consumo colaborativo, los bancos de tiempo y las comunidades autofinanciadas (CAF)10.

19.4. Otro desarrollo local

Igual como le ocurre a la Economía Social y Solidaria, al desarrollo local se le atribuye también la capacidad para mitigar problemas estructurales como el paro, la pobreza y la exclusión (mayoritariamente femeninas), todos ellos exacerbados por la reestructuración capitalista en curso. En un período de hegemonía del capitalismo global y neoliberal, en que las empresas no compiten aisladamente, sino que lo hacen con el entorno productivo e institucional del que forman parte, se revaloriza lo local, entendido como el nivel territorial en que la proximidad física favorece el intercambio de información, la colaboración, una cultura propia y el aprendizaje colectivo entre los agentes económicos, la sociedad civil y las administraciones, lo que lo hace más atractivo para el capital global. Se supone, además, que la existencia de un tejido empresarial numeroso y dinámico en el municipio o la comarca terminarán resolviendo los problemas sociales que ésta pueda padecer.

Sin embargo, la práctica no acostumbra a encajar con esa teoría. Escoger una estrategia de especialización productiva y centrarse en competir con otras ciudades para atraer grandes inversiones externas supone que, por cada ganador se crean muchos perdedores. Incluso en el caso de haber sido la ciudad “escogida”, a menudo el hecho de que algunas empresas globales instalen sus plantas convive sin ningún rubor con grandes bolsas de pobreza en el propio territorio, más todavía a partir de ahora, en la que se puede tener un puesto de trabajo y seguir siendo pobre.

Un Ayuntamiento que desee probar esa vía de promoción económica necesita poco de la ESS que es, de hecho, lo que ha ocurrido hasta el presente. A lo sumo, fomentará la creación de pequeñas cooperativas de trabajo y de empresas de inserción que reduzcan el nivel de desempleo entre los excluidos. Entonces, ¿qué tipo de desarrollo local se complementa con el despliegue de la ESS? Un desarrollo que encarne sus valores, es decir, que promueva la equidad, la participación y la sostenibilidad, que ponga en su centro el bienestar de toda la ciudadanía, logrado mediante su propia activación; claramente, una estrategia de desarrollo local socioeconómico, endógeno, auto-centrado y comunitario.

Por desarrollo socioeconómico entendemos un proceso capaz de activar políticas que superen la clásica división entre lo social (supuestamente, el campo de la voluntad política) y lo económico (supuestamente intocable); más aún, entender lo económico en un sentido sustantivo, como el sistema que una sociedad se otorga a sí misma para cubrir las necesidades de sus miembros, un sistema que es complejo y diverso: economía productiva pero también economía reproductiva; economía privada pero también economía pública estatal y economía pública asociativa o comunitaria (la ESS); economía monetizada pero también no monetizada; intercambio a través del mercado, pero también reciprocidad, producción para el autoconsumo y redistribución.

Por desarrollo endógeno entendemos el desarrollo que parte de la movilización de los recursos humanos y físicos, así como de las capacidades organizativas e institucionales locales, para crear nuevas actividades económicas en el territorio. Dicha movilización debe ser protagonizada por los actores locales, que han de detectar los recursos que hasta el momento no habían sido reconocidos como tales o que el capital está subutilizando, para aflorarlos y activarlos en toda su plenitud.

Desarrollo autocentrado significa que las actividades económicas que se lleven a cabo deben orientarse, en primera instancia, a cubrir las necesidades de la población local. Ello suele implicar una estrategia de diversificación productiva y de sustitución de importaciones para obtener cierto grado de autosuficiencia, lo que será cada vez más imprescindible a medida que se vayan agotando las energías fósiles y aumenten los costes de la distribución a larga distancia.

Finalmente, dicho desarrollo debe ser comunitario, esto es, basado en la cohesión de la población local y el empoderamiento por parte de la misma, lo que nos lleva a pensar que los entes locales no pueden estar al frente de las iniciativas de ESS -un lugar reservado a la ciudadanía organizada-, sino al lado de las mismas, creando condiciones, sensibilizando y dándoles facilidades para que surjan, colaborando con ellas, financiándolas y reservándoles mercado. A nuestro entender, una política municipal que emplee a fondo la caja de herramientas de la ESS debería guiarse por las siguientes ideas fuerza:

  1. Primera, fijaría su objetivo, no en el crecimiento de los indicadores económicos convencionales, sino en garantizar el bienestar de las personas, es decir, en la satisfacción de sus necesidades de alimentación, vivienda, educación, sanidad, crédito, etc. Ello puede lograrse ayudándoles a que creen sus propios puestos de trabajo a fin de generar un ingreso que les permita cubrir sus necesidades, pero también mediante la provisión de servicios públicos básicos complementados con sistemas de ayuda mutua. La ESS puede contribuir a ambas cosas.
  2. Segunda, tendría que considerar, no al capital, sino la creatividad y la cooperación como los principales recursos. Las personas deben ser, a un tiempo, objeto y sujeto del desarrollo local. Ellas poseen los activos más valiosos: conocimientos, experiencia, ingenio, entusiasmo, tiempo... El reto de las políticas municipales consiste en estimular y ayudar a las personas para que los pongan en común (todo el mundo tiene algo que aportar), y detecten y aprovechen las oportunidades de generación de valor que les permitan resolver sus necesidades.
  3. Tercera, las políticas municipales deberían ser coproducidas con la participación de todos los actores del territorio que estén comprometidos en la mejora de las condiciones de vida, en el marco de instancias conjuntas de gobierno. Se trataría, pues, de pasar de la tan alardeada colaboración público-privada, que muchas veces esconde procesos de privatización y de transferencia de recursos de lo público hacia las grandes empresas capitalistas, a una colaboración público-comunitaria, en que lo público estatal es preservado y desarrollado, pero al mismo tiempo democratizado e intervenido por lo público-comunitario en forma de participación de los usuarios, de gestión asociativa y comunitaria, de rendición de cuentas y de transparencia.
  4. Cuarta, es necesario impulsar proyectos integrales de desarrollo, que aúnen lo económico con lo social, del mismo modo que las empresas y entidades de ESS no sólo satisfacen necesidades materiales, sino que también empoderan a las personas, reconstruyen vínculos, generan identidad colectiva y profundizan la democracia.
  5. Quinta, es toda la política municipal (educación, cultura, sanidad, medio ambiente, urbanismo, participación…) la que necesita impregnarse de los valores y usar los instrumentos de la ESS, y no sólo las oficinas de promoción económica.
  6. Sexta, una política de desarrollo local que tenga en la ESS uno de sus principales instrumentos y aliados debe alentar un enjambre de micro iniciativas económicas comunitarias, pero complementarlas con proyectos de mayor envergadura que involucren de manera significativa a los distintos agentes del territorio, impliquen cambios en muchos ámbitos a la vez y se erijan en emblema y referente de la nueva economía que tan trabajosamente se está construyendo. Algunos ejemplos de proyectos tractores son los espacios físicos que concentran muchas actividades de ESS, las marcas o campañas globales (de municipios cooperativos, ciudades en transición, slow cities, etc.), o la creación de monedas locales que favorezcan un determinado tipo de consumo, más local y socialmente responsable, impidiendo que el dinero sea drenado fuera del territorio.

Para terminar, intuimos que el desarrollo de la ESS, y con ella el de nuestros municipios, no será fácil. A diferencia de países como Francia o Italia, en donde las administraciones locales fomentan la ESS desde hace décadas, nosotros partimos prácticamente de cero. Asimismo, sabemos que dicha estrategia choca con límites. Sería un error idealizar la capacidad transformadora de la ESS o del desarrollo local dentro del sistema capitalista; su capacidad para mejorar las condiciones de vida de la población es limitada, pues ni la ESS ni los entes locales disponen del poder ni los recursos suficientes para llevar a cabo las profundas transformaciones estructurales que se requerirían. Sin embargo, alertar de las dificultades y los límites no debería hacernos desistir incluso antes de empezar. Lo que es seguro es que las políticas convencionales de creación de empleo y de riqueza no sirven para la nueva época en que estamos entrando. La práctica de un nuevo tipo de desarrollo y de economía, sobre todo si conseguimos acompañarla con cambios culturales en las políticas generales y en las instituciones, puede preservar los niveles de bienestar de las mayorías sociales, al tiempo que gesta el embrión de una nueva sociedad y empodera a esas mayorías para que se movilicen hasta conseguirla.


1 CHAVES, R; MONZÓN, J. L: La Economia Social en la Unión Europea. Valencia. CIRIEC, 2005.

2 OIT: Resilience of the Cooperative Business Model in Times of Crisis. 2009. www.ilo.org/empent

3 STIGLITZ, JOSEPH. En el 27º Congreso anual del CIRIEC. Citado en Avance económico. 4º trimestre de 2008, núm. 41. www.cepes-andalucia.es/fileadmin/media/docs/Avance_Economico/

4 SCHWEICKART, DAVID. Más allá del capitalismo. Barcelona, 1997.

5 COMISIÖN DE LAS COMUNIDADES EUROPEAS. Comunicación de la Comisión al Consejo, al Parlamento Europeo, al Comité Económico y Social Europeo y al Comité de las Regiones sobre fomento de las cooperativas en Europa. Bruselas, 23.02.2004. http://eur-lex.europa.eu/

6 Un GEST es un grupo de gestión del ahorro solidario para canalizarlo hacia iniciativas empresariales de proximidad y de la economía social, que contribuyen al desarrollo de la comunidad. Se inspira en los clubes de inversores CIGALES en Francia y ya se han creado algunos en poblaciones catalanas.

7 Un cash mob consiste en convocar, a través de las redes sociales, al máximo número de personas para acudir juntas a un pequeño comercio local en crisis y realizar una compra para ayudarlo.

8 Un ejemplo significativo es el antiguo Cine Renoir, de Palma de Mallorca. Cuando la empresa anunció su cierre a principios de 2011, la ciudadanía se movilizó, se constituyó en una asociación formada por un millar de socios y el mes de julio de aquel mismo año compró el cine y desde entonces lo gestiona bajo el nuevo nombre de CineCiutat.

9 Algunos de los municipios del Estado español donde los presupuestos participativos han tenido mayor éxito de momento son los de Sevilla, Córdoba, Petrer, Getafe, Santa Cristina d’Aro y Figaró-Montmany, entre otros.

10 Las CAF son pequeñas comunidades en las que los socios, generalmente entre diez y treinta personas, aportan pequeñas cantidades de dinero a un fondo colectivo, que se utiliza para conceder pequeños créditos a los socios que lo necesitan.